COLUMNA PUBLICADA EN EL PERIÓDICO EL FRENTE EL PASADO SÁBADO 15 DE AGOSTO
Por, Nohora Celedón*
Por, Nohora Celedón*
En la actualidad, hay quienes piensan que como las mujeres ya pueden trabajar, estudiar, votar y vivir con cierta independencia, la lucha por los derechos del género femenino ya no tiene sentido. Pero no hay nada más lejos de la realidad.
Si bien es cierto que la labor de las mujeres por reivindicar sus derechos y su posición en el mundo, ha logrado avances en la elaboración de leyes y en la transformación de algunos estereotipos de subvaloración que nos han asignado a través de la historia, no se puede ocultar que aún se conservan patrones culturales que no permiten que las mujeres se desarrollen plenamente.
Lo que sucede es que en una sociedad tan patriarcal como la santandereana muchas de estas inequidades pasan desapercibidas porque las personas consideran que son algo natural, pues siempre han estado ahí. Esto no quiere decir que no existan.
Durante un mes el equipo de investigadoras del Diagnóstico de Brechas de Género en Santander (una investigación realizada por la Gobernación de Santander y la Fundación Mujer y Futuro) ha viajado por las seis provincias del departamento para conocer de primera mano cómo es la vida de las mujeres santandereanas e identificar cuáles son las inequidades de género que se presentan en nuestra sociedad.
En un ejercicio cualitativo en el que logramos conversar con 191 personas (entre hombres y mujeres), a través de la realización de 36 grupos focales realizados alrededor de 6 ejes temáticos principales, también pudimos conocer la cotidianidad de lideresas, cabezas de familia y funcionarias públicas.
En el ejercicio observamos cómo las vidas de estas mujeres se ven inmersas en el ajetreo de trabajar, participar en procesos comunitarios y además ocuparse de todas las labores de la casa y del cuidado de los niños, las niñas y los mayores de la familia.
Algunas de ellas nos contaban que no importaba a qué hora llegaran de sus trabajos porque sabían que en la cocina los platos sucios estarían esperándolas, junto con los uniformes de los hijos (as) sin planchar y una lista larga de tareas pendientes. Porque desde hace siglos a las mujeres nos han enseñado que para eso estamos en el mundo, como si tuviéramos un chip instalado para el trabajo doméstico, cuando no es así.
Al salir del ejercicio de los grupos focales varias mujeres se mostraron agradecidas por con el equipo de investigadoras del Diagnóstico y nos preguntábamos el porqué de ese sentimiento de gratitud si sólo habíamos ido a hacer preguntas, a conocer su situación.
Creemos que al hablar de sus cotidianidades, estas mujeres se percataron de que a pesar de los avances obtenidos en el campo profesional, su rol en los hogares era siempre el mismo, de subordinación, no de equidad.
Eso sin tener en cuenta que los espacios ganados en lo público (en el campo político, empresarial, comunitario, educativo, etc) aún no son los suficientes; porque son pocas las mujeres en el poder estatal, porque aún hay mujeres cuyo voto es definido por la conveniencia del patriarca de su familia, porque a pesar de que hay más mujeres estudiando sus salarios siguen siendo menores que los de los hombres; y sobre todo porque aún hay mujeres abusadas y maltratadas por hombres que viven convencidos de su autoridad sobre el cuerpo de ellas.
Sí, hay quienes piensan que en la actualidad, como las mujeres ya pueden trabajar, estudiar, votar y vivir con cierta independencia, la lucha por los derechos del género femenino ya no tiene sentido. Pero no hay nada más lejos de la realidad.
*Comunicadora Social del Diagnóstico Brechas de Género en Santander

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